
Tierra. Es tierra, de esa naranja, árida, cálida. Cada segundo que pasa está más cerca, pero siempre lejos. Lo suficiente como para querer andar por sus surcos. Recorrerlos y hasta aprendérmelos de memoria. Con los pies bien rojos, pegados al suelo y con los dedos al aire que respira. Luego, ese sol. Ese que brilla cada vez que aparece. Le miro atentamente. Sonrío y todo se detiene. Ya no hay cansancio, ni tristeza, ni nada. Sólo tierra, de esa que me ayuda a seguir volando, a crear un planeta infinito, el mío.

No hay comentarios:
Publicar un comentario